La alimentación saludable no es una tendencia pasajera. A lo largo de los años, numerosos estudios científicos han demostrado cómo lo que comemos influye directamente en nuestra salud física, mental y emocional.
Disminuye el riesgo de enfermedades crónicas:
Según la OMS, una dieta rica en vegetales, frutas, fibra y baja en azúcares y grasas trans ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer.
Mejora el sistema inmunológico:
Alimentos como los cítricos, el ajo, el jengibre y los fermentados fortalecen nuestras defensas naturales, algo especialmente importante en épocas de gripe o infecciones.
Influye en la salud intestinal:
Los expertos han confirmado la conexión entre intestino y cerebro (eje intestino-cerebro), y cómo una flora intestinal saludable impacta en nuestro estado de ánimo, energía y sistema inmunológico.
Ayuda a envejecer mejor:
Estudios sugieren que una dieta equilibrada y rica en antioxidantes puede retrasar el envejecimiento celular, reducir la inflamación y mejorar la calidad de vida a largo plazo.
En resumen, comer bien no es una moda, sino una de las decisiones más inteligentes que puedes tomar por tu salud.